En una pronunciada hoz del Júcar se alza sobre la llanura y la brecha del valle el peñasco que sustenta Alarcón, mirador y defensa natural donde los haya. No es de extrañar que fuera elegido desde antiguo lugar de asentamiento; su foso natural y su atalaya lo designan como estrategia en la primera mirada. Pero son los árabes los que levantan la primera fortaleza y es de su lengua de donde proviene el topónimo.
Su naturaleza, altiva per se, se acrecienta por la intervención del hombre que con su mano elevó sus miraderos y sus defensas. Desde la carretera, el castillo dibuja la roca arañando el cielo y la entrada en su recinto amurallado nos sumerge en las culturas que la poblaron y fueron corrigiendo su arquitectura y su trazado sin rebosar su muralla, que se mantiene casi íntegra y se deja invadir a través de las puertas que se conservan: la Puerta del Campo, la Puerta del Calabozo o la Puerta del bodegón.
El castillo conserva parte de su aroma musulmán pero sus posteriores reformas nos imbuyen de medievo que corrige, tras la reconquista, su estructura. Entre sus torres y sus defensas destaca la Torre del Homenaje, que se impone desde cualquier rincón del entorno y corona la estampa de manera inapelable. El castillo, convertido en Parador, nos proporciona el albergue, y éste el sosiego necesario para no perder detalle ni de él, ni del resto de la población y las muestras de historia impresas en sus calles, iglesias, torres y museos.
Dentro de la villa, en nuestro recorrido nos encontraremos una nutrida representación de casi todo el arte español. Obligadas las visitas a la iglesia de Santo Domingo de Silos, la imponente Iglesia de Santa María y las Pinturas Murales de Jesús Mateo en la Iglesia de San Juan Bautista.
Horarios y acceso
Acceso A-3
Más información
969 33 03 01