La antiquísima torre fue rehecha por don Iñigo López Tovar, poniendo sobre el breve cerro un castillo al estilo de la época, para que sirviera no sólo de defensa, sino de morada. De él, de recinto cuadrado con cubos en las esquinas, y una torre del homenaje cilíndrica, sólo quedaba la mitad de ésta, hueca y desalmenada hasta que hace pocos años la reconstruyeron sus vecinos.
En el caserío, de cuidadas calles y grandes casonas de recia sillería rojiza, destaca la iglesia parroquial, inexpresivo edificio del siglo XVII. Existe en la calle principal una casona con portalada de barrocas tallas en sus jambas, y dintel, característico ejemplar del modo de decorar su vivienda la burguesía rural molinesa en el siglo XVIII.
Y en un lugar de extraordinaria belleza, en que las altas rocas de arenisca rojiza se mezclan con la exuberante vegetación, está la ermita de Nuestra Señora de Montesinos, un gran edificio de portón adovelado, con buena guarnición de hierros, y su interior cuajado de recuerdos marianos de una venerada advocación.
Naturaleza
Patrimonio
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