Ni cuernos ni rabo llevan los diablos de Almonacid: sí picudas mitras rojas de obispo y enormes cencerros colgados a su espalda, que suenan, o más bien atruenan, las calles. Blusa y pantalón estridentes y, en la mano, una cachiporra con la efigie del demonio. Así celebran la festividad de San Blas, acompañados de los Danzantes, que ejecutan danzas de paloteo, castañuelas y recitan poesías a la Virgen y a San Blas.
Dos conjuntos son los protagonistas principales de las fiestas de Almonacid del Marquesado y ambos muestran actuaciones muy distintas durante las mismas, con un carácter opuesto, pero complementario. Mientras los diablos visten estrafalariamente, producen gran estruendo con sus cencerros y no guardan un ritmo de conjunto, las danzantas llevan prendas delicadas, acicaladas con sumo cuidado y esmero, bailan al son rítmico de la música, recitan versos y deben guardar una coreografía cuidadosamente ensayada. Los espectaculares saltos y danzas de los diablos tienen su debido contrapunto en los acompasados movimientos de las danzantas al son de la dulzaina y el tambor. Es esta contraposición la que hace que la fiesta adquiera un carácter único, excepcional, dado que se aúnan manifestaciones religiosas de muy diferente cariz, encontrando cada una su lugar en un equilibrio admirable entre lo ordenado y lo confuso, entre lo estrambótico y lo armonioso, entre lo divino y lo humano.
Fiesta de Interés Turístico Regional.
Fecha de celebración:
Los días 2 y 3 de febrero.
Sugerencias:
El acto más plástico para ver actuar a la Endiablada sucede en la procesión de la mañana del 3 de febrero, cuando corren hacia la imagen con los brazos abiertos, o evolucionan, corriendo en círculos y haciendo sonar sus cencerros, alrededor de ella.