El edificio donde se ubica es una casa lagarterana del S. XVIII, en la parte superior, donde está el comedor, se conserva una estructura clásica, con las paredes de piedra y la cubierta de madera y las baldosas de arcilla de cocida. En contraposición con este aire cálido y rústico el trabajo del arquitecto e interiorista Tomás Alía, que busca el contraste para hacer la experiencia del comensal siempre más especial.
Su carta
Sus platos forman parte de una cocina de mercado, en el que se da gran protagonismo a los productos manchegos de la zona, como puede ser la perdiz escabechada o el lomo de ciervo en adobo de vino tinto con confitura de membrillo, en los postres destacan las frutas de temporada como los higos o la piña. Una parada obligada para los sentidos.