Ningún lugar de la península como Santa María de Melque nos traslada a la alta edad media. Su arquitectura no sólo nos muestra el último ejemplo del mundo romano, sino que tiene elementos de edificios orientales de Siria y Jordania. Pasear por su planta, capillas y salas, atravesar sus arcos de herradura y contemplar los restos de la decoración y el sarcófago del fundador constituye un verdadero viaje en el tiempo.
La Iglesia de Santa María de Melque está construida en sillería de granito despiezada irregularmente, con piezas acodadas para resolver algunos ajustes. Los muros, de sillares de desigual tamaño, pero muy bien trabajados, son extremadamente robustos, llegando a alcanzar espesores de 1,40 metros.
La planta es de cruz griega de brazos desiguales, siendo más largo el de dirección este-oeste, que remata con el ábside cuadrado al exterior. Posteriormente se fueron añadiendo una serie de habitaciones, una a cada lado del ábside mencionado, y otra a los pies del crucero, en el lado izquierdo, que desvirtúa la planta exterior de cruz griega.
Sobre el cimborrio del crucero se levanta el arranque de lo que fue una torre, añadida con posterioridad, cuando adquirió la finalidad de fortaleza.
La puerta de acceso a la Iglesia se abre por el lado oeste mediante un hueco adintelado descargado por un arco ultrasemicircular, apareciendo otra serie de huecos en las cuatro fachadas.
Sus vanos de iluminación, con arcos de herradura muy poco cerrada, son bastante pequeños, lo que se ha interpretado como producto del miedo a posibles desplomes; si bien otros quieren ver en esta fortaleza, que presenta incluso las esquinas redondeadas, una edificación de carácter no sólo religioso sino también defensivo.
La única decoración exterior, aparte de los salmeres de los arcos de las ventanas, es una moldura de granito estriada que recorre todos los paramentos debajo del alero.
Interiormente consta de una nave cubierta con bóvedas de medio punto peraltada. El ábside es de planta de herradura cubierto con bóveda de media naranja.
La decoración interior adquiere dos formas, una moldura estriada, como en el exterior, y estucos, cuyos restos se conservan en el arco toral del sur y presentan motivos clásicos de árbol de la vista surgiendo del cáliz y el visigodo de la flor de lis y rosetas.
Pero la visita a este enclave no termina ahí. Porque la iglesia formó parte de un gran monasterio, erigido a finales del s. VII, poco antes de la conquista islámica. Sobrevivió a la misma, primero como comunidad religiosa mozárabe. Más tarde, como aldea musulmana, que usó el templo como fortaleza, añadiéndole una torre cuyos restos aún son visibles. Cuando el rey Alfonso VI conquistó Toledo, la iglesia recuperó su función litúrgica, sin perder la militar, quedando como testigos los restos de murallas y un poblado que sólo llegó a desaparecer con la desamortización de finales del s. XIX.
Fue a principios del s. XX cuando los estudiosos del patrimonio descubrieron y comprendieron el valor de esta joya. Las obras de restauración llevadas a cabo desde entonces nos permiten hoy ver, como viajeros del tiempo, una auténtica iglesia visigoda.
Acceso
Entrada gratuita.
Lunes cerrado.
Abierto todo el año excepto los días 24, 25 y 31 de diciembre, y 1 y 6 de enero.
Abril-octubre: de martes a domingo, de 11:00 a 20:00 h.
Noviembre-marzo: de martes a domingo, de 9:00 a 18:00 h.
Tfnos. contacto:
Yacimiento 925 78 98 42
Centro Cultural San Clemente 925 28 77 95
Galería
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